Entendiendo educar como formar personas con determinadas características deseables y aceptando que conlleva una gran responsabilidad, además de poner en juego inteligencia, afecto, esfuerzo, tiempo y constancia; puede afirmarse que educar, con toda certeza, merece la pena, en primer lugar, porque supone un incalculable beneficio para el desarrollo de la propia persona, para su familia, todo su entorno y la sociedad en general. Nunca es demasiado pronto para iniciar el proceso educativo. Antes del nacimiento comienza una carrera contrarreloj para aprovechar los periodos críticos o momento…
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