El arte, la literatura, es un juego de espejos, un laberinto de citas, de modelos, de referencias que se cruzan y se entrelazan en el tiempo y el espacio. La inmensa biblioteca, la biblioteca total que soñó Borges, que imaginó Ecco, existe y es un laberinto: un laberinto de papel. Los libros se imitan, se copian, se invocan, se aluden; los personajes saltan de unas páginas a otras, atraviesan fronteras, atraviesan idiomas y reaparecen con otros nombres, con otros rostros, años después, siglos después. Al escribir inventamos lo que ya estaba inventado, describimos la sombras del atard…