No me resultan simpáticas las matemáticas. Nunca me cayeron bien. En mi defensa diré que ellas no hicieron nada por ganarse mi amistad. Al contrario, desde la infancia fueron causa de disgusto sin aportar apenas satisfacciones. Eran grises, tediosas, lejanas, impertinentemente exactas. Un camino único para un único resultado. Carecían de afectividad, color, libertad, creatividad. Y además sentía que no valían para nada.Primero me atormentaron las intersecciones de conjuntos, más tarde el tren que salía de Valencia y finalmente esos logaritmos esquivos. La falta de interés que ta…
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